19/5/15


La Huella mínima (extractos del libro original)

Registros incompletos de ejercicios de adaptabilidad en espacios naturales 

2004-2014

 Luego de años de trabajo en el taller adquiriendo y poniendo en práctica conocimientos y habilidades inherentes al mundo de las artes y la educación artística me resisto a creer que, como sugieren algunos entendidos en la materia,  los lenguajes o modos tradicionales para la creación artísticas  se encuentran al borde de la extinción. Sin embargo debo confesar que desde mis primeras experiencia y acciones realizadas en la naturaleza (2004) me siento cada vez más atraído por el desafío de poder comunicarme con la mínima cantidad de elementos y al mismo tiempo prescindir del producto final. 

La libertad que otorgan los espacios abiertos para crear me ha vuelto más humilde y consiente de mis limitaciones. Trabajar en la naturaleza, y con esto me remonto a tiempos de los impresionistas *, implica tener muy asumido el riesgo de las inclemencias del tiempo, las distancias y los peligros lógicos que existen en lugares poco transitados.
Ante este nuevo paradigma las reglas de juego y el mercado cambian y la creación de trabajos o ejercicios efímeros ha sustituido en gran medida el carácter de objeto o producto negociable o vendible.
Este concepto de realización artística se desliga de la necesidad de producir un objeto de arte comercializable y con eso la libertad es casi absoluta.
Quizás lo más seductor de este nuevo contrato con migo mismo es la posibilidad de hacer arte de un modo más primario y primitivo que resumo como arte ligero. Este método de creación se alimenta de los materiales que se disponen en el entorno para realizar una marca, dibujo o estructura tridimensional.
Parafraseando a Hamish Fulton “ninguna obra de arte se pude comparar con la experiencia de andar”.
De la experiencia solo queda un intento de registro fotográfico más o menos logrado y un conjunto de notas y bosquejos a mi entender lo más genuino y cercano a la experiencia del ESTAR en cada LUGAR.

El arte ligero también es un modo o declaración de una forma de vida donde prevalecen las experiencias por sobre las cosas. Son los vínculos entre personas y lo que nos queda de compartir un tiempo, lo que prima frente a una época donde el tener aplasta al ser dejando a muchos llenos de cosas y vacíos por dentro.

La austeridad de la ruta es en esencia minimalista:
CIELO-TIERRA-HORIZONTE
La idea de viaje es propia de la curiosidad y necesidad del hombre desde siempre. Ya sea por uno o más motivos: alimento, seguridad, devoción, curiosidad o sed de aventura (solo para mencionar algunos) el ser humano se traslada y re define en la acción del andar. Haroldo Conti se definía a si mismo como: “Homo Viator” en una búsqueda por llegar a la decencia de su ser.


La ruta inspira y  ha inspirado a infinidad de poetas, músicos, cineastas y artistas visuales.
Podría estar horas al volante frente a una ruta desierta escuchando a Bob Dylan o a Van Morrison que describen el nomadismo con lujo de detalles y metáforas.
También me animo a citar una anécdota del artista abstracto estadounidense jackson Pollock en su travesía a través del desierto de Arizona. Las estaciones de servicio  y paisajes desolados de Hooper  o los diarios de viaje de Delacroix solo para nombrar a algunos que me viene a la mente.




Los peligros del camino y la zona de confort
El viaje impone sus propias reglas, se toman decisiones a cada momento, seguir para, donde dormir, hasta donde llegar, que llevar que dejar. El viajero debe ser por sobre todo un ser pragmático, dispuesto a encarar su empresa distribuyendo recursos, energía y conocimientos para completar exitosamente un recorrido de un punto a otro.
La ruta ofrece infinidad de regalos a los sentidos, mares, desiertos, ríos, montañas, amaneceres, valles, llanuras, playas, atardeceres y noches a cambio de salir de una supuesta seguridad que nos brinda el sedentarismo, lo urbano, la civilización.







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